“Soy afro feminista y defensora de derechos humanos de la comunidad LGBTIQ+ y de las mujeres”
“Lo dulce de mi vida es que, a pesar de todos los obstáculos que he vivido, siempre tuve una visión y dije yo voy a ser diferente, yo soy del bello Puerto El Bluff”.
De mujer a hombre
Es una mezcla de amor, de lucha, de superación y de esperanza, con su particular estilo en el uso de las palabras. Cuando alguien cumple años o felicita a alguna amiga o amigo, les dice “feliz vuelta al sol, que los cuatro elementos de la naturaleza te brinden las energías para tu bienestar…”
Nos referimos a Jennipher Diana Ellis Williams, conocida en su “bello Puerto El Bluff” como La Chonco, en Bluefields y en Costa Rica como Jennipher o Jacob.
Insiste, reclama y pelea, para que le llamen Jacob “porque soy un cuerpo disidente”, asegura, aunque en su perfil de Facebook se identifica como Jennipher.
La combinación de sus raíces, el entorno donde creció y su inquieta personalidad, permiten que Jacob, hable tres idiomas, habla Miskitu, inglés creole y español.
“Mi madre era Miskitu-mestiza del Municipio Rosita en Las Minas, Región Autónoma Costa Caribe Norte (RACCN), mi padre es del lado del Río Coco, mi abuela paterna es Miskitu con negro y mi abuelo paterno es afrodescendiente. Yo, me identifico con la etnia Creole”.
La difícil infancia de Jacob
Es una persona “nacida con vagina, pero, me identifico como trans-masculino género fluido”, quien tuvo “una niñez agri-dulce y dura”, asegura la Licenciada en Psicología.
“Mi papá no se hizo cargo de su paternidad, fueron mis hermanos los que asumieron. Me manejaba en las calles, no tuve a nadie que estuviera pendiente de mí, que me protegiera.
Tuve que vender helados, pan y otros productos, para comprar mis cosas personales. Siendo chavala tuve que hacerme responsable de la mayoría de mis hermanas, cuando mi mamá murió”.
Jacob, un cuerpo disidente
A temprana edad, supo que algo ocurría con ella y en ella, al sentir atracción hacia las mujeres. Comenzó a tener relaciones íntimas con chicas, pero, eso tampoco fue suficiente, no se sentía realizada, completa, hasta que entendió que se sentía hombre y quería ser tratada como hombre y no como mujer.
Buscó un nombre que le diera su nueva identidad masculina y así nace “Jacob”. “Me considero un cuerpo disidente, desafío todo lo hetero normal.
Soy un cuerpo que está en transición desde lo masculino, pero, con prácticas sexuales con mujeres desde lo no binario”, dice con seguridad y aunque parezca un juego de palabras, se refiere a su propia identidad sexual.
Puerto el Bluff: el pueblo que la vio crecer
Creció en una familia disfuncional, como muchas de las familias de su natal Puerto El Bluff, Municipio de Bluefields. Una población “vulnerable y expuesta a la explotación sexual como una forma de vida”, “por eso me metí en temas de derechos humanos”, asegura.
En el bello Puerto El Bluff de Jacob, existió una pujante economía con la llegada de grandes barcos mercantes y la presencia de empresas pesqueras con capital nacional y extranjero, convertidas hoy, en menos que chatarra.
Eso, atrajo a muchas personas cuyas intenciones no fueron las mejores y otras tantas que sí aportaron al desarrollo económico.
Jacob: luchando contra la violencia de su comunidad
La mejor forma de hacerle frente a la vulnerabilidad de la niñez, adolescentes, jóvenes y mujeres, desde la visión de “La Chonco”, fue organizarse e Involucrarse desde muy joven con instituciones que le ayudaron a crecer y despertar su naturaleza de líder.
Hasta que Jacob se encontró con su verdadero yo; con conciencia social, en temas de prevención de violencia, brigadista de salud, como promotore, defensoría de derechos humanos, Casa Base, acompañamiento a mujeres víctimas de violencia intrafamiliar, niñas y niños abusados sexualmente, reproducir talleres de capacitación y otras tareas.
Tanto en Bluefields, como en El Bluff, fue parte activa en varias organizaciones como Football Informativo, la Asociación Centro Regional de Información y Asesoría (ACRIC), en el Centro de Mujeres Ixchen, en la Organización de Mujeres Negras de Nicaragua (OMAN), en la Organización Mujeres Jóvenes Luchadoras (OMJOLU) y en el Movimiento LGBTIQ+.
“Muchas veces opaqué violencia o la normalicé, porque, no las podía identificar”, en los primeros años de su adolescencia, pero, de su incursión y permanencia en organizaciones feministas aprendió y se reconoció ella misma, otras personas e instituciones, como una lideresa nata.
“El activismo estaba en mi ADN, aunque yo no me daba cuenta”, afirma. “Sigo y sigo, con veinte años ya, trabajando en temas de derechos humanos, dentro del activismo comunitario”.
Desde mi negritud y mi orientación sexual, he sido víctima y victimaria
“He sido víctima de abuso sexual, abuso físico y psicológico, cosas que han calado en mi vida, uno por mi orientación sexual y luego, desde el racismo estructural que se vive”.
“He sido víctima y victimaria de micro racismos, contra gente que yo quise, quiero y dejé. Cansa estar siempre a la defensiva, cuando me tratan como ella, y yo no soy ella, no me identifico como ella, trasciendo al género masculino, sin tener que entrar en discordia con mi vulva ni con lo que diga la gente.
Cuando estoy en mi comunidad LGBTIQ+, yo soy él, respetan mi identidad. Lo importante es cómo yo me sienta, aunque nací con vulva no me siento identificado con esa vulva”. Esos duros momentos “los he transformado desde la resistencia y la resiliencia”, confiesa Jacob.
En pie de lucha por los derechos humanos
Los casos de abuso sexual, ajeno y propio afectaron mucho a Jacob, pero, lo enfrentó metiéndose de lleno en el activismo desde lo cotidiano, por vocación y por convicción social, “porque mi cuerpo lo vivió, lo resistió y lo sigue resistiendo en todas las dimensiones de la vida”.
Las bromas de sus pares, durante sus estudios de primaria o secundaria, se convirtieron en micromachismos identificados y enfrentados por Jacob. “A mí me discriminaron por muchas cosas. Cuando se conmemoraba el descubrimiento de América, yo representaba a Cristóbal Colón y me decían que Colón no era negro”.
“Aquí estoy como muestra, a pesar de todas las cosas negativas, he podido cambiar esas estrellas y sigo cambiándolas, porque lo bueno uno lo renombra y lo malo lo desecha. Aquí vamos construyendo, creciendo, desaprendiendo y emprendiendo cosas buenas y nuevas”.
Exilio obligado. “Es un sueño, pero, quiero regresar a nicaragua”.
La decisión de exiliarse fue tomada, por la múltiple violencia que vive Nicaragua y el riesgo es permanente. “Recibí amenazas directas de parte de personas en El Bluff donde yo daba mi activismo”.
“Cuando hacíamos actividades en mi comunidad, me boicoteaban, porque, creían que yo iba a levantar a las masas. Me trataban como si yo era una plaga, nadie se me acercaba ni me quería hablar, decían que era Azul y Blanco”, recuerda.
Como deportista, no escapó a los “castigos” por participar en Bluefields, en la Rebelión de Abril del 2018. Pertenecía al equipo de softball patrocinado por el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), instancia que la expulsó del equipo y no le permitieron entrar más a las instalaciones y oficinas del seguro social, siendo víctima de violencia institucional.
Emprender para sobrevivir en el exilio
El exilio es una escuela, para fortalecer la humanidad y la empatía, para reinventarse, tal como lo han hecho miles y miles de nicaragüenses. Jacob, no es la excepción. Por la pandemia en 2020, perdió su empleo y tiene que alimentarse, pagar renta y cubrir otras necesidades.
Es así como, decidió emprender con la suculenta y apetecida gastronomía del Caribe de Nicaragua. Con su emprendimiento Ji&Li Caribbean Spoon, vende en Ferias Pinoleras, hace envíos por pedidos, cocina para los grupos en capacitaciones.
El infaltable gallo pinto con coco o rice and beens, las bebidas wabul a base de banano maduro o el críminal a base de fruta de pan, tienen mucha demanda, además, el queque de quequisque o de yuca, entre otras delicias del arte culinario costeño, que levantan el ánimo a cualquier muerto.
“Seguimos emprendiendo y vendiendo. Vendiendo y emprendiendo”, dice, con una pizca de orgullo y otra de complicidad.
Miembro de MESAR y BCCE en Costa Rica
Con varios sombreros a cuestas, pertenece a la Mesa de Articulación (MESAR), de la comunidad LGBTIQ+ capítulo Costa Rica, para posicionar las desigualdades que viven las cuerpas disidentes y las personas sexualmente diversas.
Otra organización a la pertenece, el Bloque Costa Caribe en el Exilio (BCCE), “porque el exilio no es lineal, es diverso, con diferentes perspectivas como la etnicidad y la interculturalidad, con la presencia de mestizos costeños, Mískitus y yo, como afrodescendiente”
Es parte del equipo coordinador de la Feria Pinolera, donde ha expuesto y vendido las delicias del Caribe con su emprendimiento Ji&Li Caribbean Spoon, en sus siete ediciones, que pican y se extienden.
En Europa para reivindicar derechos humanos
Como un reconocimiento a su innegable labor como negra, activista y defensora de derechos humanos, Brigadas Internacionales para la Paz (PBI), que coordina desde el BCCE, le ha invitado a un periplo para viajar por cuatro países europeos, entre ellos, Bélgica, Holanda, Suiza y Madrid.
“Si la Pacha Mama y el universo lo permiten, será del 26 de noviembre al 11 de diciembre del 2021”, dice, con su particular uso de la palabra.
“Participaremos con algunas organizaciones, incidiendo en temas de derechos humanos, por la justicia, la libertad de presas y presos políticos y la libertad de Nicaragua”
PBI, acompaña a las organizaciones territoriales en el exilio tico, desde la estructuración o fortalecimiento psicosocial.
“Una de las cosas gratificantes del exilio, ha sido, poder organizarme y crear los tejidos sociales que, yo veo como una fuerza, para que nuestra lucha sea sostenible, dejar huellas y abrir el camino a otras personas forzadas al exilio”, concluyó Jacob Ellis Williams.