El joven Engel José Vargas Torrez, de solo 15 años, falleció mientras realizaba labores en una mina artesanal del sector El Hielo, en Santo Domingo (departamento de Chontales).
Según informes, estaba entrando al túnel cuando fue alcanzado por gases tóxicos y cayó unos 80 pies, quedando en el fondo con agua acumulada.
Este caso plantea alarmantes preguntas:
¿Quién vigila que los niños no estén en actividades tan peligrosas?
¿Cómo es posible que se toleren menores en minas que no cumplen con las mínimas normas de seguridad?
En Nicaragua, la ley es clara: adolescentes no pueden realizar trabajos que pongan en peligro su salud, integridad o desarrollo, como labores en minas u otros sitios inseguros.
Y, sin embargo, en zonas como Santo Domingo y otros municipios mineros, la práctica continúa: jóvenes sin experiencia, sin equipos adecuados, siendo expuestos a derrumbes, gases, túneles inestables.

Este no es un accidente aislado.
Es el resultado de un sistema que permite la explotación, la informalidad, la vulnerabilidad de familias que ven en la mina la única salida. Y mientras, la regulación queda en el papel.
Esta es una tragedia, no un accidente, porque pudo evitarse
La pregunta queda en el aire:
¿Qué autoridad aceptará su responsabilidad?
Y, sobre todo:
¿Cuántos Engel más deben perder la vida para que verdaderamente se actúe?

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