El joven de Chinandega se mantuvo activo en las protestas, pero su resistencia llegó hasta el 31 de octubre de 2018, cuando asegura fue traicionado por un diputado.
Cada mañana, por más que intenta olvidarlo, Hamilton Sánchez recuerda una escena terrible que vio en 2018. Una camioneta arrastró el cuerpo inerte de un joven de 18 años. Era un manifestante chinandegano que fue abatido a tiros en el barrio San Agustín y cuyo cuerpo fue exhibido como una advertencia oficial de que en Nicaragua es prohibido disentir.
No fue el único manifestante que Hamilton vio morir en las protestas de Chinandega, que iniciaron en el 2018 contra el gobierno de Daniel Ortega, pero a pesar de esos impactantes recuerdos, intenta recuperar su vida, o lo que el gobierno dejó de ella.
“Recuerdo que la primera convocatoria que hicieron en Chinandega fue el 19 de abril por redes sociales, Facebook, para el 20 de abril a las 2:00 de la tarde, fue cuando dije: ‘tenemos que apoyar’ y comencé a invitar a los amigos, familiares y conocidos”, narra Hamilton, quien en aquel entonces tenía 31 años, era obrero en una empresa azucarera y padre de cuatro hijos.
Sánchez, logró reunirse con un grupo de 30 personas en una gasolinera en la entrada principal de la ciudad. Desde ese momento se convertían en activistas que protestaban contra la reducción de las pensiones del Seguro Social y en blanco de los grupos parapoliciales creados por el sandinismo para contener a los manifestantes.
“De pronto pasó la contramarcha del Frente Sandinista, y los antimotines queriendo amedrentar, pero salimos a los 10 minutos, llevábamos banderas azul y blanco, y un megáfono y nos dirigimos al INSS”, relata.
Lo que Hamilton no esperaba es que, en la esquina de los billares de Rabadilla, hubiera una multitud que se concentró con el mismo objetivo, entonces entendió que solo una fugaz convocatoria a través de redes sociales logró despertar a la ciudad. Más de 300 personas autoconvocadas ese día se multiplicaron los días subsiguientes.
“Fue cuando dije Chinandega ha despertado, y se me salieron las lágrimas”, recuerda con nostalgia Hamilton.
Ese día, llegaron grupos de antisociales armados con trabucos provenientes de peligrosos barrios del municipio El Viejo, acuerpados por un destacamento policial que tenía la orden de disolver la marcha a cualquier costo, y con ese fin, detonaron el primer mortero acompañado de una lluvia de piedras contra la manifestación pacífica.
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Así transcurrieron los siguientes 81 días, la gente seguía en las calles protestando por la falta de libertades públicas y demandando la salida de Daniel Ortega del poder. Mientras el grueso de jóvenes autoconvocados seguía resistiendo en tres frentes de las transitadas calles de Guadalupe, San Antonio y San Agustín, donde se levantaron murallas de adoquines, y se defendían con huleras y lanza morteros ante la embestida de paramilitares, turbas y policías.
“No me considero líder de nada, no levanté a la gente, menos convoqué a nadie. Solo vi la necesidad de hacer algo por mi departamento” agregó Hamilton.
Muertes por parapoliciales
Aquellos días y noches fueron los más difíciles en una ciudad cuyo comercio se apresuraba a cerrar a las tres de la tarde. Los enfrentamientos se tornaban cada vez más violentos y los manifestantes antigubernamentales empezaban a caer, entre ellos José Casco Berríos.
“El Chino era un muchacho de 22 años que días antes había colocado la bandera azul y blanco en la mano del monumento al Trabajo en la rotonda de Chinandega como símbolo de libertad. Cerca de allí le dispararon en el cuello y cómo olvidar lo que le hicieron a Marco Antonio Padilla de 18 años, los sandinistas lo agarraron y amarraron de una camioneta Hilux y lo arrastraron como seis cuadras, eso fue muy duro verlo”, recordó con la voz entrecortada Hamilton.
En otras violentas noches murieron Juan Alejandro Zepeda, un estudiante de quinto año, Cesar Onil López Vega de 22 y el mecánico Luis Ramón Cruz habitante de la colonia Roberto González, Rudy Antonio Hernández Almendares de 33 años. También murió el funcionario de la alcaldía de El Viejo Marvin Meléndez, conocido como “El Guardia”.
La traición del “Judas” chinandegano
Desde la rebelión de abril Hamilton, se mantuvo activo en las protestas, pero su resistencia llegó hasta el 31 de octubre de ese mismo año, cuando asegura fue traicionado por un diputado que lo entregó a la policía en el sector de los juzgados de Chinandega.
“Eran las 6:30 de la mañana del 31 de octubre, cuando el diputado llegó a traerme a mi casa para que lo acompañara hacer una gestión a los juzgados, pero entre las 8:30 y 9:00 salió y me dijo que se le habían quedado unos documentos y lo esperara. De pronto miré venir a un par de agentes en motocicleta, y detrás de ellos una patrulla”, relata.
Fue en ese momento que el joven se percató que había sido entregado, y no pudo evitar recordar lo que había hecho meses atrás por aquel hombre que asegura lo traicionó.
El 21 de abril del 2018, Hamilton cumplió 31 años, pero ese día, no había nada que celebrar. Había dedicado ese momento al contexto que vivía la ciudad y a cuidar en el Hospital España a este diputado que fue herido durante las protestas.
“Sentía el compromiso de estar a su lado, porque caminaba con él haciendo política, lo que nunca me imaginé fue que me traicionara, entregándome a la policía. Le dije, que en sus hombros lleva la sangre derramada de los chinandeganos”, refiere Hamilton, al mencionar al político que logró un escaño en la Asamblea Nacional en las fraudulentas elecciones nacionales del 2021.
“Me refiero al diputado Roberto Lira del PLC, lamentablemente lo digo con propiedad y autoridad porque la tengo. Él lo sabe desde que se sentó a negociar en la iglesia de Monserrat, con el político José Manuel Espinoza “Chemaya”, la alcaldesa Aura Lila Padilla, unos pastores evangélicos y otras personas que según eran opositores, para que dejáramos de hacer marchas y levantar los tranques”, comentó.
El abogado Roberto Lira, surgió del extracto más humilde de Chinandega, se graduó como abogado y fue reconocido defensor de derechos humanos en Chinandega, su activismo político dentro de las filas del PLC le llevó a ser presidente departamental y candidato a alcalde de esa agrupación, alcanzó un cargo suplente para diputado y se unió a la avanzada anti-arnoldista, lo que le valió el cargo a diputado en el 2021.
“Ahora le sirve a los Ortega – Murillo, sus jefes son ellos, porque no hace nada en Chinandega sino hay una orden del Frente Sandinista, y muestra de eso, es que participó en las elecciones sabiendo que no había condiciones”, recalcó.
TORTURAS EN PRISIÓN
Hamilton fue esposado y trasladado a la delegación policial y llevado ante un comisionado que lo interrogó y amenazó.
“El comisionado tenía los pies sobre el escritorio y tras de él, una foto del comandante y una pizarra con nombres de opositores, y a la cabeza el mío. Lo primero que me preguntó fue: ‘¿sabes lo que has hecho en contra del comandante Ortega?’, que, si tenía trabajo con el seguro social, o alguna pensión para exigir derechos. Le respondí que tenía una madre, una abuela y tíos que recibían pensión y que estaba en las calles porque ese era mi derecho, y me encerraron durante 9 meses”, recuerda.
Estuvo recluido sin derecho a nada. Durante su detención asegura haber sido torturado. “Me sacaban en la madrugada a entrevistarme, en la tarde a hacer reconocimiento con casco, y sin casco, y me golpeaban a cada momento. Así, pasé hasta el 5 de noviembre cuando me trasladaron al viejo chipote, en managua, estando ahí, los policías me advirtieron que las reglas habían cambiado y que compartirá la información que tenía, si quería salir vivo o muerto. Desde entonces continuaron los golpes, las torturas psicológicas, me decían que me iban hacer, quienes eran ellos, que me habían dejado solo, que sabían todo de mí. Así, viví el calvario durante un mes y un día, solo le pedí a Dios que me ayudara a soportar esa prueba y que tomara control de la situación”, relata.
El 5 de diciembre, trasladaron a Hamilton al Sistema Penitenciario Jorge Navarro -Tipitapa, donde permaneció en régimen durante 6 meses hasta su liberación por la Ley de Amnistía, pero esto no evitó que siguiera el hostigamiento policial.
En busca de paz
Entre llanto, tristeza, dolor, e impotencia Hamilton, dejó a su familia y abandonó Nicaragua, el 30 de junio del 2021, tras ser alertado de una nueva orden de arresto en su contra. Migró hacia Estados Unidos en busca de asilo político.
“Fue toda una odisea, al llegar a la frontera de México ahí nos asaltaron y después de eso no sabíamos que nos podía ocurrir, si íbamos a llegar con vida, o si las cosas nos iban a salir bien. Finalmente, a cinco meses de estar en México, nos dieron una visa humanitaria y así logramos pasar a EEUU. Todo exilio es duro aquí no hay ninguna organización ayudando a ninguna nicaragüense víctima de la represión vivimos aquí, sin poder trabajar y tramitando nuestro estatus migratorio”, lamentó Hamilton.
Desde el exilio responsabilizó al diputado Roberto Lira de cualquier daño a su familia.
“Recordar lo que pasamos y sufrimos hace cuatro años, está clavado en la mente, solo podrán desaparecer con la pérdida de la memoria, y con el último latido del corazón”, reflexionó.