A sus 56 años, Santos Reyes recorre las calles de Bluefields con una sonrisa, una bandeja de turrones y una filosofía que carga más fuerza que cualquier martillo o cuchara de albañil. Cada mordida dulce que vende sostiene a su familia y, al mismo tiempo, abre camino a una enseñanza sencilla pero poderosa: el que trabaja, no pasa hambre.
Hace diez años, cuando los trabajos de construcción comenzaron a escasear, Don Santos tomó una decisión que le cambió la vida. Guardó sus herramientas de albañil y comenzó a producir turrones: dulcitos de trigo con miel de caña, parte de la tradición mestiza de Nicaragua, ese sabor de infancia que muchos llevan en el corazón.
Tenia pena al inicio
“A mí me daba pena al inicio”, recuerda.
“Los ingenieros me veían y me decían: ¿qué te pasó? ¿Por qué andás vendiendo?”
Pero la pena dura poco cuando hay familia que sostener.
Hoy, con orgullo, cuenta que cada bandeja de turrones vale 20 córdobas, pero al por mayor los entrega a 10, dejando ganancias a quien también quiere trabajar. No necesita oficina ni jefe: él mismo es su empresa.
Y no cualquiera puede decir lo que él dice con firmeza:
“Un albañil gana mil córdobas al día. Yo con mis turrones redondeo dos mil, y el dinero lo veo diario.”

De Camoapa a Bluefields, con fe y propósito
Don Santos no nació en la Costa Caribe; es originario del Empalme de Camoapa. Cada ocho días viaja a Bluefields, se queda tres, vende todo… y regresa a fabricar más. Dice que aquí hay oportunidades, y que la pobreza solo golpea a quien se rinde.
“En Nicaragua hay trabajo. El problema es que buscamos solo del oficio que sabemos.
Si hoy tocara vender agua helada, vendo agua helada.
El pan de cada día no cae del cielo. Hay que salir a buscarlo.”
Cinco personas dependen de su esfuerzo: su esposa y sus tres hijos. Él sostiene a todos con dignidad, trabajo y fe. No lo dice para presumir, sino para enseñar.
Fe, trabajo y esperanza
Santos es miembro de la Iglesia de Dios. Habla de su fe con calma, como quien sabe que no está solo en el camino. Y mientras explica el significado de cada color de la bandera de su iglesia blanco pureza, rojo sangre de Cristo, azul majestad, reparte sonrisas y turrones a niños y adultos que lo reconocen por las calles.
Los más viejos dicen que el turrón es una tentación al paladar; los jóvenes lo disfrutan sin saber que están saboreando historia. Él sabe que vende algo más que dulces: vende memoria, cultura y cariño.
Cada paso, una lección
Don Santos no se sienta a esperar trabajo; camina. Y mientras camina, predica con hechos:
“Si uno se queda acostado, el pan no va a caer.
Si uno se mueve, come.
Aquí no hay pobreza para el que trabaja.”
Crear oportunidades donde no existen
En tiempos donde muchos dicen que “no hay”, él demuestra que sí hay.
Que no se trata de suerte, sino de actitud.
Que el empleo puede faltar, pero la creatividad nunca.
Y así, con una bandeja de turrones frescos y el corazón lleno de gratitud, Don Santos sigue recorriendo las calles de Bluefields. Tal vez la ciudad no lo ve como héroe, pero cada familia que compra su turrón está comprando también un pedacito de esfuerzo honrado.
Porque en la Costa Caribe Sur, también se construye con miel, trigo y fe.

LEER TAMBIÉN Los Cocos: un oasis de esperanza y emprendimiento en Kukra Hill



