Recuerdos memorables de generación de Blufileños que relatan el auge del comercio chino, la travesía de la llegada, el emporio comercial y las vírgenes áreas naturales de la Ciudad que mantenían la unidad familiar de la época.
Reviven momentos culturalmente históricos en la Ciudad Caribeña cuyos recuerdos solo viven en la memoria de la anterior generación.
Los queques, la música, la pólvora, las comidas, el arbolito y el significado de una tradición familiar se desintegran con las altas migraciones, la desintegración familiar con prácticas y tradiciones menos conservadoras y una generación de jóvenes absorbidos por la pasión al dinero y el uso de tecnologías.
Este reportaje de Noticias de Bluefields se publicó por primera vez, en diciembre del 2011, en la que generaciones de costeños dentro y fuera del país añoran y recuerdan la antigua navidad en su Bluefields, unos la añoran como la mejor época de su infancia, otros invocan la conservación de los valores familiares y la unidad de sus miembros porque no era necesario la migración despiadada y hay quienes invocan el pueblo seguro día y noche y los viejos locales como ríos, criques y lugares de paseo que se han perdido con el tiempo.
La navidad llegaba desde noviembre
Néstor Ruiz recuerda que aquellas navidades iniciaban desde el mes de Noviembre “cuando se sentían aquellos vientecitos helados, el cielo azulito sin una nube y el sol brillante, la gente era como más parlanchina (habladora) en las calles y aquellos negros gritando sin razón en las calles:
HEY BUAY!!! Watch out with me, you don’t know me!!!
(¡¡¡Hey hombre!!! que me ves, no me conoces!!!!!)
“Íbamos a la escuela como más animados porque se sentían que eran los días finales de colegio y era asunto de empezar a evaluarte y se multiplicaban las dudas si ibas a pasar el grado o no, porque en ese tiempo valía más el examen final que las notas de todo el año”
El piso de pino
Ruiz también relata que en esa época “se hablaba si iba a haber dinero para pintar la casa, aunque sea por fuera, si pintarían el piso de tambo, si los mismos colores (blanco y verde).
Al final como era costumbre, la casa al menos se lavaba y se dejaba limpia. Se sacaban los adornos viejos, sin faltar el letrero de Feliz Navidad o Merry Christmas, que se colgaba en la sala donde mejor se viera ya sea de la calle o el que visitara la casa.
Dice que no todos podían poner un arbolito, y “menos de aquellos arbolitos blancos, brillantes a los que se les instalaba un disco de colores transparente con una luz por detrás que lo hacía cambiar de tonos. Eso era solo para los que tenían familia en los Estados Unidos, o que podían comprárselo donde los chinos” que eran los que dominaban el comercio en Bluefields.
“Aquellas tiendas de los chinos con luces navideñas en las ventanas y los juguetes y adornos en venta. Wing Sang, William Woo, JK Siu, Yee Loy, Don Félix Castellón, llenos también de pólvora que traían de la china”
“En esa época en que gran parte había emigrado al pacifico por las facilidades de estudio y otros por mejores oportunidades de trabajo venia la pregunta,
- ¿Y al fin viene la fulanita, y el sutanito? (y se abrazaban en la calle)
- ¿Y cuando viene?
- El jueves.
- ¡Ah! ¡Entonces viene en el bote de Levy!. Y que tonta por que no se vino el miércoles en “el Ciudad Rama” ese es más rápido y tiene roconola.
Los queques
Tres días antes de navidad comenzaba hacerse los queques, “eran para compartirlos con los vecinos y amigos, como una muestra de amistad, amor, de olvidar rencores, sinceridad…. recuerdo que al final había más queques de los que se habían hecho y como por magia navideña, todo mundo decía lo mismo, todo se multiplicaba en sus casas”
Las fiestas se hacían sin organizarse “informalmente empezaban a llegar a la casa y se iba comprando todo poco a poco en la medida que llegaban, Ron Tropical, Ron Oro, agua, hielo, gaseosas….
Los novios de ese entonces si estaban peleados ahí se reconciliaban con una buena romanceada delante de todos para demostrar que se querían, todo un ambiente sano y a las doce, después de saludar a todos los de adentro..
Todos se iban a la calle a saludar a quien les saliera al paso, no importaba quien fuera, un beso y un abrazo y el feliz navidad a gritos en el oído. Los que tenían a sus mamas y papas cerca corrían donde ellos, todos estaban tan cerca a no más de una cuadra.
Y la calle del Comercio era intransitable aun quince minutos después de las doce, porque los chinos, tacaños como nadie, derrochaban en quemar pólvora desde sus corredores en el segundo piso de la tienda.
Fuegos artificiales de todos colores, triquitracas, buscapiés, bombas. Y al día siguiente todo quedaba alfombrado de papel de tanta pólvora que quemaron.
La música en la Radio
Raúl Tijerino recuerda “Si ya es Navidad y en Radio Atlántico sonaban a cada rato el Noche de Paz o Adestes Fidellis.
Eran muy lindos esos días de infancia, todo se miraba más radiante con los colores más intensos, era tiempo de Primeras Comuniones, de exámenes en el colegio San José de carreras de Graduación de Sexto Grado y allí corrían donde el profesor Heberto Sandoval cariñosamente conocido como “Toto” atendiendo a todos los que buscaban como les elaborara el pantalón para esa primera comunión o graduación.
Ya estaba encima la fiesta de la Navidad, La Mercantil Com. Wing Sang, La Puerta del Sol. JK Siu, William Woo rebosaban de juguetes traídos directamente de Estados Unidos.
“Niños y niñas, pudientes o no nos pegábamos literalmente contra esas grandes vidrieras de la Mercantil o los estantes de Wing Sang o William Woo a ver, admirar y soñar que le pediríamos a Santa Claus para Navidad sin importar ni interesar si se volvía realidad aquel sueño, todo estaba lleno de fantasía en aquel pequeño pueblo a orillas de una majestuosa bahía”
“Prácticamente con unos días de vacaciones, que aprovechábamos para visitar nuestros viejos lugares de diversión, La Poza del Diablo. Lunkun creek, El Marañón, El Remache, El Champion, El Pool y porque no hasta el Puente o aquellos que les gustaba de pescar, alquilábamos un bote de canalete en El Canal y nos fondeábamos en los rieles a pescar”
Las 12 de la noche en fin de año
“El 31 de Diciembre cuando las campanas de La Iglesia Morava, La De Nuestra Señora del Rosario, Anglicana Bautista y Sabatista se lanzaban al vuelo a las doce de la noche..
Todo el pueblo se movilizaba como cuando vemos una película de guerra en pleno bombardeos, cargas cerradas explotaban por doquier en el centro de Bluefields, bombas, triquitracas, cohetes de luces y la gente corría, algunos atrevidos debajo pretendiendo apagar las cargas cerradas de los chinos para luego tirarlas ellos” recuerda Tijerino.
“Nos saludábamos, nos abrazábamos y por un momento nos fundíamos en un solo cuerpo sin importar color, religión, posición social, deseándonos lo mejor en el nuevo año que llegaba.
Al día siguiente el flamante primero de enero despertaba cayado y perezoso, somnoliento me despertaba el ruido de tambores y trompetas y veía desfilar a los miembros de la Logia que del centro de Bluefields se dirigían hacia Old Bank. a las doce medio día sonaban los morteros y la fiesta se iniciaba en el corazón de Olk Bank.
Muchos caminábamos por Point Teen, Beholden hasta llegar al lugar donde se llevaban a cabo las fiestas con palo lucios, chachos encebados, bailes, venta de comidas etc. en todo el trayecto amigos y conocidos te invitaban a sus casas y después del saludo de Happy New Year compartían el queque de frutas y Ginger Beer (fresco de jengibre) Ese era nuestro pueblo, ese pueblo que nunca podrá ser olvidado por los que allí nacimos.
Ipegüe a los chinos
“Nosotros todos de chavalos y chavalas, chantajeamos a los chinos, pidiendo mejor ipegue que todo el año, pues nos daban un confite de perpermint, pero para Navidad para que los escogiéramos como nuestros suplidores de la exquisitez de Navidad, les pedíamos triquitraques o nada”.
“No pepermint, sino nos íbamos donde JKSIU, que siempre tenía una canasta llena para los chavalos de triquitracas que eran el encanto y furor de la Navidad. Y los viejos tomando y comiendo en armonía con los vecinos, con los que pasaban, y los chavalos tomando ventajas, vagando por todos lados, no había horario de acostarse, el Niño Dios vendría no importa la hora, a las 2 o 3 de mañana”
“Quien no va a recordar Bluefields de aquellos tiempos, cuando éramos una sola familia, cuando al son de los ritmos candentes de Arnal Hodgson, eran un imán para ir a Cotton Tree (Punta Fría) a ver a todos los negros con sus danzas exóticas, bellísimas, que hacían que la Navidad en Bluefields, fuera la más linda del Universo, así lo veía yo, y así lo recordare siempre, mi pueblo amado y bello que nunca volverá a ser el mismo” relata Casta Cantero.