La Mamita Licha

Símbolo de amor en comunidad en el Puerto El Bluff

En una casita humilde, en la comunidad de El Bluff, nos recibe doña Felicita Aliz , una mujer que carga más de 80 años en la piel, pero aún conserva en su voz la firmeza de quien nunca se dejó vencer por la vida.

Doña Felicita llegó al Bluff desde El Rama cuando tenía apenas 20 años. Traía a su primera hija en brazos y el sueño de ganarse la vida.

En aquella época, el Bluff era apenas un caserío con una sola calle y caminos de tierra que terminaban en la montaña. Fue Juana Angulo quien la trajo a trabajar, y cuando esa señora se marchó, Felicia decidió quedarse.

Su historia está marcada por el trabajo duro: lavandera, cocinera, empleada en las empresas de mariscos del puerto en los años 70, y hasta ayudante del teniente Brenes, en los días de bonanza de la comunidad. “De todo hacía, lo que pudiera para darle de comer a mis hijos”, recuerda.

En su patio, aún crecen melocotones, mimbros, guanábanas y plátanos cuadrados.

Aunque su vista ya está muy débil y solo distingue sombras, FeliciTa reconoce a las personas por su voz. Los niños de la comunidad la visitan cuando van para la escuela, y eso le arranca sonrisas en medio de la soledad de los días.

“Yo no tengo trabajo, pero hago mi chamba en el patio. Albañil, carpintería, limpiar patios… lo que aparezca. Aquí el gobierno no me da nada, pero yo me la rebusco. ¿Ves mamá?”, nos dice su hijo Reynaldo, mientras acompaña a su madre.

Su hija le cuida con cariño: la comida, la casa, la rutina diaria. El café de la mañana nunca falta; cuando Reynaldo no está, ella misma prende la cafetera y calienta el agua.

Hoy, El Bluff ya no es la comunidad pujante de antaño. Vive entre el abandono y la nostalgia, obligando a su gente a buscar trabajo en Bluefields, en la pesca o en el turismo. Pero entre esas calles su gente se la ingenia como nos recuerda la abuelita Felicia el amor en comunidad y no rendirse jamás.

Si deseas conocerla o brindarle una mano solidaria, podés visitarla en El Bluff.

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