Nueva Guinea es uno de los municipios mas jóvenes de la Región Autónoma Costa Caribe Sur, ubicado en el sureste de Nicaragua.
Aproximadamente son más de 80 mil personas las que habitan permanentemente en sus 2,667.46 kilómetros cuadrados de superficie. Su densidad poblacional es de 30 personas por km², inferior en un 41% a la media nacional. Es prácticamente una zona despoblada si la comparamos con otros municipios del país, pero debemos considerar que apenas tiene 57 años de haber sido fundada por 20 intrépidos colonizadores.
Los Neoguineanos tienen el privilegio de vivir en cuatro ámbitos políticos-administrativos: en un caserío, en una comarca, en un distrito y en un municipio, situación bastante peculiar en el país, debido al proceso de colonización que conformó una red de caminos integradora de asentamientos humanos.
En 1965, con la llegada de los fundadores se inicia un período de colonización espontánea, nómada, y luego planificada (1972-1979) e impulsada por el Instituto Agrario Nacional (IAN) con fondos del BID y asesoría israelí, conformando “la colonia” como asentamiento humano, población concentrada en el ámbito rural, dotada de todos los servicios básicos (salud, educación, energía eléctrica, caminos, viviendas), tierras (50 hectáreas por pareja) y financiamiento para despalar la montaña e incorporarla a la producción agropecuaria.
Los Neoguineanos tienen varios orígenes, por ello son multiculturales. Todos los departamentos del país han influenciado en su conformación y, por lo tanto, en rasgos de su cultura. En su territorio se encuentra el acento norteño, su música y su danza, pero de igual manera, casi totalizadora, la cultura chontaleña, representada en el campisto de las fincas, en los desfiles hípicos, en los montadores y las barreras de toros.
Los Neoguineanos son trabajadores y honrados. Sus labores son agropecuarias y es la base de su estructura económica. El campo se encuentra lleno de trabajadores —mandadores, jornaleros, ordeñadores, campistos, macheteros, arrancadores de raíces y tubérculos, cortadores de café, de piña, de cacao y otros— que son empleados por pequeños, medianos y grandes productores dispersos en todo el territorio.
Los Neoguineanos son emprendedores. Un gran segmento de su población se dedica a actividades comerciales. El casco urbano es el principal centro de prestación de servicios a la población: financieros, agropecuarios, abarroterías, supermercado, y miles de vendedores aglomerados en pequeños puestos de venta en el mercado municipal y a ambos lados de la calle central de la ciudad.
En las colonias y comarcas se celebran los días de mercado y a ellos acuden miles de comerciantes —se desplazan desde Managua, Masaya y otros departamentos, al igual que los locales— a ofertar sus productos, muchos de los cuales se realizan aún en base al intercambio de mercancías (dame queso y te doy lo que necesitas) donde la confianza entre compradores y vendedores es la base de sus relaciones a mediano y largo plazo.
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De igual manera, existen miles de trabajadores por cuenta propia que brindan diversos servicios, tales como abogados, médicos, laboratoristas, barberos, electricistas, fontaneros, albañiles, carpinteros, mecánicos, soldadores, herreros, panaderos, destazadores y carniceros, pasteleras, nacatamaleras, tortilleras, güirileras, fritangueras, esteticistas, empleadas domésticas, vendedores ambulantes y chamberos que se ganan el día de diversas maneras.
Los Neoguineanos son alegres y fiesteros. Son los únicos del país que no celebran fiestas patronales, aun cuando San Martín es su patrono, pero cada 5 de marzo conmemoran el aniversario de fundación del municipio, hazaña realizada por 20 campesinos (entre ellos dos mujeres) bajo el liderazgo del reverendo José Miguel Torres Reyes. Para la ocasión, realizan una marcha por las calles de la ciudad y un acto conmemorativo con los fundadores sobrevivientes en el parque central de la ciudad.
Organizan un desfile de hípicos, una barrera o dos y se aglomeran para ver las montaderas de toros, pero de lo que más disfrutan, hombres y mujeres, es bailar al son de chicheros y en los chinamos hasta el amanecer. En la década de los años 80 y aún en los 90, las mujeres lucían sus mejores galas, vestían maxifaldas con zapatos de tacones altos para asistir a las fiestas y discotecas, mientras que los hombres visten tipo vaquero: botas altas de tacón y/o botas de hule, camisas a cuadros, pantalones jeans, fajas con hebillas grabadas, gorra y/o sombrero. En esta época, los jóvenes de la ciudad visten a la moda “chic”.
Las mujeres Neoguineanas son hermosas, amorosas, formadoras de valores en la familia e integradas a la actividad comercial y productiva. El en campo se integran a labores agrícolas, lo que depende del ciclo de la familia y la necesidad de atención a niños pequeños. Obtienen ingresos en actividades no agrícolas como pequeño comercio, elaboración artesanal de alimentos (queso, cuajadas, cosas de horno) y actividades de patio (crianza de cerdos, gallinas y horticultura). En las ciudades son propietarias, administradoras, empleadas y/o facilitadoras de diversos negocios que prestan sus servicios a la población.
Los Neoguineanos son religiosos, es decir que la fe en Dios, como fuerza sobrenatural, todopoderosa, está presente en todos sus actos. Son cristianos, católicos y evangélicos, pero son estos últimos los que mayor influencia tienen, tanto en la ciudad como en el campo, dedicándose a la formación espiritual. Ambos jugaron un rol importante en las comisiones de Paz que funcionaron de 1984 a 1990 con el fin de terminar con la guerra
Los Neoguineanos son amantes de la libertad, y como concepto amplio, va más allá de lo político: libertad de poseer, libertad de decidir, libertad de producir y vender, libertad de religión y libertad de educar a sus hijos. Son solidarios con su gente a lo interno y extraterritorial con grupos o comunidades de otras regiones, lo que se manifiesta en hablatones para ayudar económicamente y con alimentos. Con los migrantes que transitan rumbo norte manifiestan su solidaridad de manera espontánea.
Los Neoguineanos han sido aguerridos en distintas etapas de su desarrollo. Su vida ha sido de luchas desde el instante que pusieron sus pies en estas tierras, la que llaman “la capital del trópico húmedo”. Sufrieron limitaciones, abandono y extrema pobreza en una montaña inhóspita. La naturaleza los ha golpeado hasta dejarlos en ruinas: huracán, inundaciones y sequías. Han sufrido enfermedades como el cólera, la lepra de montaña y el Covid 19. Se han enfrentado en una guerra de hermanos, entre familias campesinas, unos en la contra y otros en el ejército.
Los Neoguineanos tienen una gran capacidad de resiliencia. En diferentes etapas de sus vidas han enfrentado la adversidad y han sido capaces de adaptarse a ello con resultados positivos. Desde problemas ambientales, económicos (fracaso en diversos cultivos, pérdida de activos productivos, endeudamiento campesino) y sociopolíticos (guerra, contrarreforma agraria) han padecido, pero han logrado reinventarse para comenzar de nuevo, principalmente en la economía agropecuaria y la emigración como alternativa de un futuro mejor para los más jóvenes.
Los Neoguineanos no olvidan su historia, la transmiten a las nuevas generaciones y la reviven cada año. Ante causas comunes buscan como transformar su realidad sobre la base del esfuerzo conjunto entre los habitantes del campo y la ciudad.
Escrito por Ronald Hill Alvarez
24 de septiembre de 2022.
Foto propia: Monumento a los fundadores.