El medio digital de Maryuri Guevara La Lupa, un sitio web dedicado a denunciar los atropellos de la dictadura de Ortega.
7 de marzo del 2021/Temuco La organización Asamblea Feminista Temuko realiza un mural, como preparativo para conmemorar este 8 de marzo, el día internacional de la mujer. FOTO: ROCIO CUMINAO ROJAS/AGENCIAUNO

El poder del periodismo en el exilio

Maryorit Guevara, periodista de La Lupa: “Si dejamos de hacer periodismo, le damos gusto a la dictadura”

La periodista nicaragüense narra a través de su testimonio la determinación de continuar ejerciendo la profesión periodística ahora desde el exilio, lo que le ha dejado experiencias amargas, pero la satisfacción de cumplir con la sociedad, desde esta sacrificada profesión. 

La periodista nicaragüense Maryorit Guevara, desde el exilio, comenta sus sueños de construir una sala de redacción en Nicaragua para su medio digital La Lupa. Aunque la plataforma atraviesa un mal momento, Guevara lucha con carácter para sostener a flote el medio, basado en un pensamiento de justicia: no callar ante la dictadura sandinista. 

Tenía 16 años cuando se enfrentó a esa decisión para la cual nadie puede estar preparado a esa edad: decidir qué quería hacer de su vida al salir del bachillerato.  “Mira, la verdad que para mí decidir qué carrera iba a estudiar no fue tan fácil porque yo era una cipota, tenía recién cumplido los 16 años cuando entré a la universidad y realmente yo tenía una mentalidad de una niña”, recuerda.  

Su vida había sido sencilla hasta entonces: del instituto a casa, estar en familia, oír música y compartir con sus amistades.  Si algo sabía del mundo, era por la televisión y por la radio que su abuela escuchaba religiosamente.  

La vocación y una imagen poderosa 

Los periódicos llegaban a su casa y ella veía a su abuela leer las noticias con un candil antes de ir a dormir y aquella imagen poderosa de ver a la mujer de la casa leyendo en silencio casi en penumbra, se le grabó en la memoria cuando le tocó decidir entre las dos opciones que discutió con su familia: Periodismo o Derecho. 

Ingresó a la UCA en 1997 a estudiar Comunicación Social y tras una feliz vida universitaria que duró apenas un suspiró, ya en 2001 estaba sentada en la redacción de La Prensa, el medio al que siempre aspiró cuando era estudiante. 

Para entonces, la vocación era reciente y su visión del periodismo seguía siendo romántica como en las películas: aquel o aquella periodista que corría riesgo para informar la verdad, exponer al villano en sus maldades y develar la realidad de las cosas en beneficio de la sociedad. 

El poder del periodismo 

No se equivocó. Le asombró el impacto que generaban los medios cuando exponían o denunciaban situaciones sociales de injusticia o desigualdad. 

“Me impresionó cómo desde el periodismo ayudás a solucionar un problema básico, cuando hace falta el agua en un barrio y hacemos la denuncia y logramos que el servicio se restablezca, pero también me gustó más el poder dimensionar situaciones y fenómenos que de otro modo no serían públicos, como los abusos de poder y desigualdades sociales”, relata. 

Por otro lado, también conoció la cara oculta de los medios y eso la desilusionó: el tráfico de influencia de grupos de poder dentro de los medios y el periodismo. 

“Dentro de las redacciones pasan muchas cosas que no se hablan, que no se dicen, que se ocultan como se ocultan los secretos de la casa… como cuando nos mandaban a callar por tal artículo, quizás ya lo estabas haciendo y de pronto te dicen ‘no va, porque llamó fulano de allá al fondo’, entonces era ese doble rasero que no me gusta para nada…”, recuerda. 

Encuentro con la conciencia feminista 

Luego de una década en periodismo, Maryorit Guevara saltó a otros proyectos de comunicación en agencias y organizaciones de la sociedad civil, experimentó otras experiencias laborales y tras una profunda reflexión personal, ahora más madura y consciente del pensamiento feminista, regresó al oficio en 2017.  

Empezó a colaborar con medios independientes y ahí en uno de ellos la agarró la crisis de represión del 2018 y su vida, desde entonces, dio un vuelco que hoy la tiene viviendo a miles de millas de distancia de su tierra y su gente.  

Su denuncia de los abusos de derechos humanos, la defensa de los principios democráticos y su implacable crítica contra el patriarcado violento del régimen sandinista y la defensa de los derechos de las mujeres, la convirtieron en blanco de troles y militantes del régimen. 

El exilio y una amarga navidad 

Temió perder su libertad, su vida, sus derechos y bajo una tormenta de amenazas de muerte, discursos misóginos y campañas de estigmatización, decidió salir de Nicaragua en una amarga navidad que nunca olvida. 

Se radicó en España y allá creó un medio acorde a sus principios en 2019: La Lupa, Periodismo Feminista. 

Su criatura ahora pasa por dificultades y Guevara alzó su voz públicamente, con mucha dignidad, para clamar por apoyo para sostener su plataforma y el trabajo periodístico que realiza junto a un colectivo de colegas a quienes llama “la equipa”. 

“Me llena de orgullo La Lupa, creo que es uno de mis mayores logros, de mis mayores orgullos, porque se ha logrado sostener contra viento y marea. Es verdad que ahorita estamos en una situación complicada, pero hemos logrado finalmente, conformar un equipo de mujeres comprometidas que están ahí, dando la lucha”, expresa. 

No le dará gusto a la dictadura 

El llamado de auxilio ha recibido un modesto eco de apoyo, pero ella no se desanima y sigue realizando el periodismo que le gusta, con enfoque de género y justicia social. 

Cree que de esta crisis saldrá más fortalecida y con nuevas ideas, con mayores compromisos y una visión más organizada de la sostenibilidad del medio. 

Su meta, de momento, es lograr que la plataforma siga con vida hasta diciembre y desarrollar un plan de autosostenimiento que les permita sobrevivir financieramente, con la independencia y la libertad editorial de siempre. 

Luego de superar esa crisis, Maryorit no se ve saliendo del oficio ni mucho menos abandonando la carrera; porque para ella, más que una clausura de un medio normal por falta de apoyo, el cierre de La Lupa significa darle un gusto que ella no está dispuesta a cederle a la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. 

“Es lo que ellos quieren, que todos los medios y periodistas nos callemos, que nadie en el mundo sepa lo que pasa en Nicaragua, matar la memoria y que digan borrón y cuenta nueva nunca pasó nada en el país. Es un gusto que no pienso darles”, expresa Guevara. 

Un sueño conmovedor 

“Yo hasta ahora no tengo ninguna, ni la menor idea, de dejar de hacer periodismo”, dice con determinación. 

“Estamos empeñadas en que sí, en que hay que seguir haciéndolo y que tenemos que conseguir fondos al menos para sostener la pequeña planilla de La Lupa, porque los medios son necesarios para decir la verdad ante una dictadura que quiere ocultarla o manipularla”, expresa. 

Al contrario, Maryorit tiene un sueño realmente conmovedor con La Lupa: “A mí me gustaría mucho, mucho, poder tener una sala de redacción en Nicaragua de La Lupa y poder ejercer el periodismo libremente. Yo quisiera hacer eso cuando volvamos, salir a las calles a reportar, llenar la redacción de colegas y trabajar con las y los periodistas que vienen saliendo de la universidad…”.