Calle King Street en 1970, hoy calle comercio Bluefields

Costeños añoran la Navidad de sus ancestros

Los queques, la música, la pólvora, las comidas, el arbolito como  una tradición familiar, recuerdos memorables del auge del comercio chino, la travesía de la llegada del barco sobre el Rio Escondido con sus familiares y regalos de la época.  

Generaciones de costeños dentro y fuera del país añoran y recuerdan la antigua navidad en su Bluefields, unos la añoran como la mejor época de su infancia, otros invocan la conservación de los valores familiares y la unidad de sus miembros porque no era necesario la migración despiadada y hay quienes invocan el pueblo seguro día y noche, los viejos locales como ríos, criques y lugares de paseo que se han perdido con el tiempo.

Néstor Ruiz  recuerda que aquellas navidades iniciaban desde el mes de Noviembre “cuando se sentían aquellos vientecitos helados, el cielo azulito sin una nube y el sol brillante, la gente era como más parlanchina (habladora) en las calles y aquellos negros gritando sin razón en las calles:

HEY BUAY!!!  Watch out with me, you don’t know me!!!  

(Hey hombre! que me ves, no me conoces!)

“Íbamos a la escuela como más animados porque se sentían que eran los días finales de colegio y era asunto de empezar a evaluarte y se multiplicaban las dudas si ibas a pasar el grado o no, porque en ese tiempo valía más el examen final que las notas de todo el año”

El piso de pino

Ruiz también relata que en esa época “se hablaba si iba a haber dinero para pintar la casa, aunque sea por fuera, si pintarían el piso de tambo, si los mismos colores (blanco y verde). Al final como era costumbre, la  casa al menos se lavaba y se dejaba limpia. 

Se sacaban los adornos viejos, sin faltar el letrero de Feliz Navidad o Merry Christmas, que se colgaba en la sala donde mejor se viera ya sea de la calle o el que visitara la casa.

Dice que no todos podían poner un arbolito, y “menos de aquellos arbolitos blancos, brillantes a los que se les instalaba un disco de colores transparente con una luz por detrás que lo hacía cambiar de tonos. 

“Eso era solo para los que tenían familia en los Estados Unidos, o que podían comprárselo donde los chinos” que eran los que dominaban el comercio en Bluefields.

 “Aquellas tiendas de los chinos con luces navideñas en las ventanas y los juguetes y adornos en las ventas de Wing Sang, William Woo, JK Siu, Yee Loy, Don Félix Castellón, llenos también de pólvora que traían de la china”

“En esa época en que gran parte había emigrado al pacifico por la facilidades de estudio y otros por mejores oportunidades de trabajo venia la pregunta,

▪  ¿Y al fin viene la fulanita, y el sutanito? (y se abrazaban en la calle)

▪  ¿Y cuando viene?

▪  El jueves.

▪  Ah! Entonces viene en el bote de Levy!

▪  Y que tonta por que no se vino el miércoles en “el Ciudad Rama” ese es más rápido y tiene roconola.

Jóvenes mestizos y afrodescendientes, representan la multietnicidad caribeña.

La travesía

“El viernes pocos pasajeros venían a Bluefields porque le tocaba al barco que se llamaba Rompecabezas, ese tenía un lanchón que remolcaba para meter carga y ganado y lo peor es que se iba parando en cada finca a la orilla del rio y los gritos de los ayudantes a media noche, cuando se quedaba varado y no podían retroceder, despertaban a todo mundo”

“Cuanto a un pasajero que le decían “High Life” tuvo que recoger su hamaca y acomodarse en otro lado porque venía ocupando el lugar del ganado o de los chanchos”

“Y el día que le tocaba al barco “El Bluff”, era crítico, porque no corría nada,  pero en esos días, todos venían hasta las teleras y aquel molote (grupo) en el muelle, todo mundo ya se había amarrado con el hombre de la carretilla para llevar las maletas, y el pleito que se armaba después por los que ofrecían un chelín más”

Los queques

“Tres días antes de navidad comenzaba hacerse los queques,eran para compartirlos con los vecinos y amigos, como una muestra de amistad, amor, de olvidar rencores, sinceridad…. recuerdo que al final había más queques de los que

se habían hecho y como por magia navideña, todo mundo decía lo mismo, todo se multiplicaba en sus casas”

Las fiestas se hacían sin organizarse “informalmente empezaban a llegar a la casa y se iba comprando todo poco a poco en la medida que llegaban, Ron Tropical, Ron Oro, agua, hielo, gaseosas… Los novios de ese entonces si estaban peleados ahí se reconciliaban con una buena romanceada delante de todos para demostrar que se querían, todo un ambiente sano y a las doce, después de saludar a todos los de adentro, todos se iban a la calle a saludar a quien les saliera al paso, no importaba quien fuera, un beso y un abrazo y el feliz navidad a gritos en el oído. Los que tenían a sus mamas y papas cerca corrían donde ellos, todos estaban tan cerca a no más de una cuadra.

Y la calle del Comercio era intransitable aun quince minutos después de las doce, porque los chinos, tacaños como nadie, derrochaban en quemar pólvora desde sus corredores en el segundo piso de la tienda. 

Fuegos artificiales de todos colores, triquitracas, buscapiés, bombas. Y al día siguiente todo quedaba alfombrado de papel de tanta pólvora que quemaron.

La música en la Radio

Raúl Tijerino recuerda “Si ya es Navidad y en Radio Atlántico sonaban a cada rato el Noche de Paz o Adestes Fidellis, eran muy lindos esos días de infancia, todo se miraba más radiante con los colores más intensos, era tiempo de primeras comuniones, de exámenes en el colegio San José de carreras de graduación de sexto grado y allí corrían donde el profesor Heberto Sandoval cariñosamente conocido como “Toto” atendiendo a todos los que buscaban como les elaborara el pantalón para esa primera comunión o graduación… Ya estaba encima la fiesta de la navidad, y en las tiendas: “La Mercantil,  Wing Sang, La Puerta del Sol,  JK Siu, William Woo rebosaban de juguetes traídos directamente de Estados Unidos.


“Niños y niñas, pudientes o no nos pegábamos literalmente contra esas grandes vidrieras de la Mercantil o los estantes de Wing Sang o William Woo a ver, admirar y soñar que le pediríamos a Santa Claus para Navidad sin importar ni interesar si se volvía realidad aquel sueño, todo estaba lleno de fantasía en aquel pequeño pueblo a orillas de una majestuosa bahía”


“Prácticamente con unos días de vacaciones, que aprovechábamos para visitar nuestros viejos lugares de diversión, La Poza del Diablo. Lunkun creek, El Marañón, El Remache, El Champion, El Pool y hasta en el Puente o aquellos que les gustaba de pescar, alquilábamos un bote de canalete en “El Canal” y nos fondeábamos en los rieles a pescar”

Las 12 de la noche en fin de año

“El 31 de diciembre cuando las campanas de la Iglesia Morava sonaban, también escuchábamos la de catedral Nuestra Señora del Rosario, la Anglicana, la  Bautista y Sabatista  (Adventista) se lanzaban al vuelo a las doce de la noche, todo el pueblo se movilizaba como cuando vemos una película de guerra en pleno bombardeos, cargas cerradas explotaban por doquier en el centro de Bluefields, bombas, triquitracas, cohetes de luces y la gente corría, algunos atrevidos debajo pretendiendo apagar las cargas cerradas de los chinos para luego tirarlas ellos” recuerda Tijerino.


“Nos saludábamos, nos abrazábamos y por un momento nos fundíamos en un solo cuerpo sin importar color, religión, posición social, deseándonos lo mejor en el nuevo año que llegaba”

“Al día siguiente el flamante primero de enero despertaba cayado y perezoso, somnoliento me despertaba el ruido de tambores y trompetas y veía desfilar a los miembros de la logia (asamblea)  que del centro de Bluefields se dirigían hacia Old Bank,  a las doce del mediodía sonaban los morteros y la fiesta se iniciaba en el corazón de Olk Bank.

“Muchos caminábamos por Pointeen, Beholden hasta llegar al lugar donde se hacia  las fiestas con palo lucios, chachos encebados, bailes, venta de comidas y en todo el trayecto nos encontrábamos con amigos y conocidos que te invitaban a sus casas, y después del saludo de Happy New Year compartían el queque de frutas y Ginger Beer (fresco de jengibre) Ese era nuestro pueblo, ese pueblo que nunca podrá ser olvidado por los que aquí nacimos”

Los indios de los benkes


Doña Casta Cantero nos relata: “Yo me acuerdo que Bluefields se alegraba muchísimo con los que volvían a su pueblo, venían de Managua, de Costa Rica, Panamá, ellos regresaban a su terruño para las fiestas de fin de año.

“Pero también me impresionaba la llegada de los trabajadores indios de los benkes o aserraderos de madera, de los Ocampo y del recordado Marcelino Sequeira, estos indios trabajaban arduamente todo el año para llegar a Bluefields y gastar todo lo ganado en jornadas largas y pesadas”

“Pero para ellos valía la pena, recuerdo que llegaban donde don Miguel Bendaña a argentarse (comprarse)  primero de su machete nuevo, de mecates, de zapatones burros, de pantalones azulones, de sacos hulados para el duro invierno, clavos entre otros materiales que necesitaban y  lo demás, pues a pachanguear”.  

“(Luego se iban al salón de baile) al Hong Kong donde los esperaba un ballroom lleno de cintas de todos colores, una roconola que era la fascinación, y sobre todo buen guaron con bocas, sombreros hechos de papel crepe, y al son de las cartas a Eufemia y la rana, bailaban y bebían una semana hasta el 31 de Diciembre, cuando todos pálidos, engomados, algunos hasta golpeados por la euforia de las fiestas, a paso lento se encaminaba a sus botes para retornar a los benkes, el dinero corría a montones por todos lados, dinero ganado a base de mucho esfuerzo”

Ipegüe a los chinos

“Nosotros todos de chavalos y chavalas, chantajeamos a los chinos, pidiendo mejor ipegue que todo el año, pues nos daban un confite de perpermint, pero para Navidad para que los escogiéramos como nuestros suplidores de la exquisitez de Navidad, les pedíamos triquitraques o nada.

“No pepermint, sino nos íbamos donde JKSIU, que siempre tenía una canasta llena para los chavalos de triquitracas que eran el encanto y furor de la navidad, y los viejos tomando y comiendo en armonía con los vecinos, con los que pasaban, y los chavalos tomando ventajas, vagando por todos lados, no había horario de acostarse, el Niño Dios vendría no importa la hora, a las 2 o 3 de mañana”

“Quien no va a recordar Bluefields de aquellos tiempos, cuando éramos una sola familia, cuando al son de los ritmos candentes de Arnal Hodgson, eran un imán para ir a Cotton Tree (Punta Fría) a ver a todos los negros con sus danzas exóticas, bellísimas, que hacían que la Navidad en Bluefields, fuera la más linda del Universo, así lo veía yo, y así lo recordaré siempre, mi pueblo amado y bello que nunca volverá a ser el mismo” relata Casta Cantero