En varias ocasiones lo he visto montado en su carretón por las calles de Nueva Guinea. Siempre va cargado, trasladando productos entre las diferentes zonas o barrios de la ciudad. Es su nueva forma de vida, su emprendimiento, desde que recortaron personal en una empresa que lo contrataba para cuidar antenas de comunicación.
Es Reynaldo Sánchez Jirón, un hombre mayor, pero se conserva con energía y fuerzas suficientes para dedicarse al acarreo con su carretón jalado por un caballo. Su domicilio está ubicado en la zona 6.
“Tengo más de 10 años de trabajar en esta actividad, desde que me despidieron me dedico a esto y sigo adelante”, dice Reynaldo.
Ha tenido varios caballos. Menciona sus nombres con orgullo, sin pensarlo mucho, porque es consciente de que el trabajo conjunto con el animal es lo que le ha permitido salir adelante.
“Uno se llamaba Zanate, otro Capirote porque lo compré en una finca llena de esos árboles, luego tuve una yegua, una buena yegua llamada la Chana que me dejó una cría, una hembrita que le puse la Chiripa porque pensé que se me iba a morir, después tuve al Choto que tuve que amansar. Ahora tengo a este que se llama el Grano, cuando lo compré el pobrecito parecía una mazorca de maíz mal desgranada, con un pelotero de garrapatas por todas partes, lo recuperé y ahora tiene 8 años”.
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¿Cuántos viaje hace por día, más o menos?
“Hago siete viajes. Ya la gente me conoce y me llama a mi número de teléfono, el 89083529. Me llaman personas particulares, de algunas abarroterías para trasladar productos a sus clientes, también de empresas para que traslade televisores, cocinas, lavadoras, muebles y hasta camas. Está maderita la llevo hasta la zona siete. Así paso el día, a veces me llaman de las colonias cercanas para trasladar de todo, hasta pizarras de las escuelas”.
¿Qué es lo más importante en este trabajo?
“El animal, amigo, el animal, porque sin caballo no hay acarreo. Estoy pendiente de sus cascos, de su lomo, que no esté chimado, que se mantengan sanos porque un animal enfermo no rinde. No los obligo al sobreesfuerzo, no; los hago trabajar sin sofocación, sin prisa. Gasto lo necesario en su alimentación, compro maíz que se lo doy molido con el concentrado y pasto, y también que no le falte agua limpia, esa es la vida”.
Mientras conversaba con Reynaldo, su teléfono sonó varias veces. Siempre respondiendo que va cerca, que está por llegar con la carga, que ahorita no, más tarde puedo, y así, hablando con sus clientes.
“Ya ve como me llaman, pero a veces tengo que decirles que hasta mañana porque trabajo desde las 7 de mañana hasta las 4 de la tarde. No trabajo más noche porque la luz de los carros afecta a la bestia”.
Los caballos son principalmente animales diurnos, sin embargo, pastan de noche, lo cual sugiere que tienen algo de visión nocturna. Sus ojos son sensibles a la luz débil, por lo cual ven relativamente bien al anochecer, pero no tienen la habilidad de ajustarse rápidamente a la oscuridad.
¿Cómo lo tratan los conductores de vehículos cuando va por las calles de Nueva Guinea?
Hasta el momento bastante bien, pero hay algunos, jóvenes, sobre todo, que son mal educados, que andan desesperados manejando y me gritan que me aparte, que los estoy atrasando, que los caballos deben andar en potreros y no en las calles, y cosas así, pero son los menos. Me lleno de paciencia, no les digo nada y siempre espero mi turno, mi momento para avanzar, doblar por una calle o cruzar las avenidas.
En la alcaldía municipal tengo inscrito mi fierro, ese es prácticamente mi sticker de rodamiento, mi calcomanía para circular por las calles.
Volvió a sonar el teléfono 89083529, ya estoy cerca, dijo don Reynaldo y nos despedimos.
Movió las riendas, le habló al caballo y siguió avanzando en su recorrido.
21 de enero de 2023.
Foto Propia.